jueves, 17 de marzo de 2011

el secuestro

Me habían encomendado la tarea de tramitar unos asuntos bancarios, así que a primera hora de la mañana me acerqué al edificio central donde debían darme los pasos a seguir, era una construcción enorme con cierta similitud al centro comercial que se encuentra en Picadilly Circus (Londres). Pensé que los trámites no me llevarían más de una hora, pero, como siempre que se trata con estos organismos o similares, me equivoqué, y lo que en apariencia era algo muy sencillo me llevó casi toda la mañana. Pero pasemos a los hechos, entré cautelosamente en esa construcción estilo londinense y, una vez aclarado a que piso dirigirme, subí por las escaleras mecánicas, para encontrarme con un montón de personas que me iban redirigiendo de un sitio a otro, hasta que al final conseguí que me explicaran mi cometido, era bien simple, ir a la oficina principal de la CAM, situada en Avdas. y hacer una transferencia, así que allí me dirigí.
Pero, en un momento de la historia, creo q tras realizar la mencionada transferencia, aunque hay datos en los sueños al igual que en las películas que se pasan por alto al no ser importantes para la historia, fui raptada junto con Alex.
Nos llevaron a un chaletito un tanto alejado de la civilización, aunque no sabíamos donde nos encontrábamos exactamente, sí veíamos por la ventana como, bajo el montículo en el que estaba situada la casa se veían unas casitas, demasiado alejadas como para oír nuestras súplicas de rescate.
Nuestra secuestradora, una señora que debía rondar los cincuenta años y que no dejaba de tener cierta similitud con Kathy Bates en Misery, nos dijo que no nos preocupáramos, que ella se encargaría de que no nos faltase de nada y lo único que teníamos que hacer era obedecer sus órdenes. Nos miramos con una mezcla de preocupación y sorpresa, preguntándonos como podíamos haber llegado a encontrarnos en esa situación.
Pasaron los días, dormíamos en una gran habitación perfectamente decorada y una enorme cama, era cierto que no nos faltaba de nada para nuestra subsistencia, incluso podríamos decir que disfrutábamos de ciertos lujos que no teníamos en nuestra vida cotidiana, pero… no éramos libres y eso nos corroía por dentro.
Un par de semanas después de nuestra llegada trajeron una nueva secuestrada, una chica más joven que nosotros, rubia y guapa, la cual estaba muerta de miedo sin saber donde se encontraba, la pusimos al día de la situación y seguimos con nuestra rutina de servidumbre.
Unos días después de este suceso vimos un pequeño claro de luz, una posibilidad de huir de esa cárcel. Eran las fiestas de la zona e iba a tener lugar esa noche los típicos festejos, verbena, feria con sus puestecitos,… había llegado el momento de trazar un plan y todos lo sabíamos. La señora, muy amablemente, nos dijo que nos dejaría acudir sino tuviera miedo que nos escapáramos, es decir que si no podíamos ir a los festejos era únicamente culpa nuestra, pero que, a pesar de ello, nos prepararía un buen banquete para que cenáramos mientras ella estaba fuera. De modo que así fue, pero… cuando ella bajo al pueblo nosotros no seguimos con la rutina obligatoriamente establecida sino que, siguiendo nuestro propio plan y marcando nuestro propio destino, luchamos contra las cadenas metafóricas que nos ataban en esas cuatro paredes. Logramos salir, no sin superar ciertas trabas y forzar algunas cerraduras, pero una vez fuera sentimos el tan ansiado aire en nuestro rostro. Aunque de buen grado nos hubiéramos quedado disfrutando de ese momento de felicidad sabíamos que debíamos correr, salir de ahí lo más rápido que pudiéramos antes de ser descubiertos y perder nuestra oportunidad de ser libres. Así que nos lanzamos ladera abajo tan deprisa como nuestras piernas nos permitían.
Al llegar abajo, cuando ya veíamos la salida de esa dimensión infernal, un tipo obviamente contratado por la bruja secuestradora salió en nuestra búsqueda, no sabíamos q hacer, era más alto y más fuerte que nosotros, pero estábamos tan cerca de conseguirlo que no podíamos creer que eso estuviera ocurriendo.
En el último momento, cuando el tipo ya nos pisaba los talones, Alex tuvo un gesto de valentía, se lanzó contra el tipo permitiéndonos huir a la chica rubia y a mi. Fue un breve respiro, en el que apresaron a Alex y nosotras pudimos coger un poco de ventaja, la suficiente para llegar a una zona transitada y parar a un hombre para contarle lo sucedido, pero… cuando nos giramos para indicarle al hombre que nos perseguía, para ayudar a Alex y sacarlo de ahí, ya no había nadie, todo había desaparecido como si de un espejismo se tratara, y aquel hombre siguió su camino tras tomarnos por dos locas, o tal vez por dos bromistas.
Sabíamos que, a pesar de todo, debíamos alejarnos del lugar, así que caminamos un día entero hasta que, exhaustas por la caminata y la tensión soportada, llegamos a mi casa.
Antes de subir las escaleras prometí en voz alta que debía volver para salvar a Alex, pues él había dado su vida, su libertad, por salvarnos a nosotras, y no podía dejarlo abandonado a su suerte y olvidarlo todo sin más.
Subía las escaleras con esa idea en la cabeza e intentando trazar un plan mientras mi compañera me decía que estaba loca, que volver era un suicidio.
Tocamos a la puerta y mi madre nos abrió con gran alegría, y justo tras ella, como un espectro, apareció él, Alex, bien vestido y con cara de circunstancia. Mi sorpresa se transformó en alegría y me aferré fuertemente a su cuello preguntándole una y otra vez como había podido escapar; pero mi dicha se transformó rápidamente en desesperación cuando me dijo que no había escapado, simplemente había hecho un trato con la malvada mujer por el que le dejaría verme una última vez, comprobar que me encontraba bien, entonces volvería y se sometería a ella y sus reglas, no intentando nunca más volver a escapar, a cambio ella prometía dejarnos vivir nuestras vidas en paz.
Le contesté, entre lágrimas y desesperación, que no volviera, ahora que había conseguido salir no podía volver a entrar. A lo que él replicaba que si no volvía nos haría la vida imposible y no sólo a nosotros sino también a nuestra familia. Yo le seguía diciendo que nada eso importaba, que escaparíamos, nos esconderíamos donde nadir nos pudiera reconocer ni localizar.
Pero… Bip Bip Bip sonó el despertador, dejándome con la incertidumbre de ese final inconcluso.