lunes, 26 de septiembre de 2011

Cadenas sociales


El otro día estuve en un conocido centro comercial, era un día lluvioso y, como siempre pasa con días como esté, la gente se abarrotaba en su interior como hormiguitas en su madriguera. Me dediqué a mirar los rostros de los allí presentes, y me percaté de las caras largas, sombrías y pesadumbrosas de las parejas casadas y con hijos, como si arrastraran constantemente una carga que les impidiera ser felices.

Sin embargo, sin ánimo de generalizar pues de todo hay un poco, los solteros, ya sea por la necesidad de estar siempre divinamente preparados por lo que pueda aparecer o por no soportar la carga, íbamos erguidos, con la cabeza alta, y bien peripuestos, disfrutando del día, sea como fuera.

Tal vez sea que veo demasiado una popular serie de televisión, o que la vida va dejando mella en mi pero, sea cual se la causa, empiezo a ver las ventajas de esa soltería arrogante e independiente de los que saben disfrutar la vida sin tapujos. El poder estar un día cualquiera en un lugar cualquiera, en este caso el centro comercial, y disfrutar de ello, hacer en cada momento lo que el cuerpo me pida. Mientras no dejaba de mirar esas caras cansadas, preguntándome si ese es el futuro que nos espera a todos, si esa finalidad que la sociedad nos impone es realmente por nuestro bien o si con el tiempo sólo nos hace más tristes y malhumorados.

Me pregunto asimismo si realmente la gente se casa por amor o por el contrario sienten eso que hacen llamar reloj biológico y se casan sin pensarlo, en este caso tendrían sentido esos rostros tristes; es como cuando de pequeño tienes que hacer los deberes, sí, los haces, pero no estás feliz por ello, no es lo que llena tu vida de momentos felices.

Entonces…. ¿No será que nos estamos encabezonando en que la vida feliz y nuestro objetivo es tener una pareja y ser feliz, cuando la verdadera felicidad está en nosotros mismos? Tal vez la finalidad no es ese ideal americano de los años 40 de familia feliz sino la que cada cual quiera para sí mismo, la que a cada uno nos vayan dictando nuestros pasos, sin preocuparnos de lo que el “código” social determina.
Como dice un popular dicho, “no sueñes tu vida, vive tu sueño”, haz lo que te plazca, disfruta de la vida, y no te dejes atar a ninguna cadena porque la sociedad lo imponga.