Llegan tímidos días de verano, haciéndonos dudar sobre si
sólo es un pequeño paréntesis, un pequeño regalo del tiempo, o si realmente
podemos, a pesar de no haber llegado el 40 de mayo, quitarnos el sayo.
Independientemente, como dice una canción, las pequeñas
cosas son las que hacen esto arder, son los pequeños detalles los que llenan
nuestra vida. Una mirada, una mano amiga, un gesto de cariño.
Unos cuantos rayos de sol calentando nuestra piel en un
día primaveral nos hacen esbozar una sonrisa y recargar nuestras pilas. Al
igual que lo hacen nuestros particulares rayos de sol, esos pequeños detalles
que recibimos, sobre todo cuando provienen del principal astro que nos rodea.
Pero… como el sol nos hace sentir vivos, sentimos la
necesidad de devolverle esa gratitud; reciclamos, intentamos contaminar menos y
tratar con respeto a la naturaleza, al menos quienes nos percatamos del gran
regalo que recibimos. Por ello, también en nuestra vida intentamos demostrar
con nuestros actos nuestro agradecimiento por sus rayos, deseando que nunca deje
de alumbrar nuestra vida.
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