Un niño
adoptado en una familia aparentemente normal, con sus cotidianidades
habituales, pero excesivamente protegido por ser el único hijo de la familia.
Al llegar a
la adolescencia este mismo chico llega a su casa con una amiga, la cual
presenta a sus padres; pero al llegar la noche y sentarse a cenar con ellos
comienza a hablar de su amiga, sorprendiendo a sus padres, los cuales le
recuerdan, seriamente, que está bien que tenga imaginación, pero que recuerde
que no era más que una amiga imaginaria, que no le han presentado a nadie
físicamente.
Él chico
queda seriamente desconcertado, ¿puede su mente haberle jugado esta mala
pasada?, pero no quiere seguir insistiendo y que lo tomen por loco. Sin embargo
día a día sigue quedando con esta chica, hasta que un día conoce a sus padres,
llegados a este punto el chico está seguro de lo que está viendo, confía en que
si sus padres conocen a la familia entera lo creerán.
El
adolescente llega a su casa con la chica y su familia, los padres de él le
miran desconcertados cuando les presenta a unas sombras, cuando no ven a nadie
más que a su propio hijo, le intentan hacer ver que ahí no hay nadie, que es
sólo un producto de su mente.
El niño
comienza a asumir que realmente tiene problemas, que debería solicitar ayuda
psicológica, pero no deja de pensar que todo era tan real…
En unos días
aparecen los servicios sociales en su casa, procediendo a la detención de esos
padres hiperprotectores que negaban la existencia de esas otras personas a su
hijo para evitar que lo alejaran de su lado, provocando, ahora sí, un daño
psicológico a su propio hijo, haciéndole creer que no estaba bien cuando sí lo
estaba.
El chico
comienza una relación con la chica, y pasa a ser cuidado por su familia, el
padre de la cual es reverendo en una iglesia protestante, con lo cual cada día
le toca ir a misa y ayudar a sus nuevos tutores.
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