miércoles, 7 de noviembre de 2012

Cae la lluvia

Cae la lluvia lo mismo que mis besos en tu espalda.
Y todo está empapado. Mi saliva
convoca  para siempre tus tormentas.
Te corro por la piel de tus caderas. Me detengo
en el hueco brevísimo del vientre. Te deshago
como si entrara al abordaje por tu pecho.
Más allá del monte y de las nubes cae el agua.
Golpea por las calles. Yo te busco en el plomo de la tarde.

Rebosan por mis labios ciento un besos,
canalón imposible en el que duermen
las palabras. “Änimate”, te digo. “Ven conmigo.
Entremos hasta el campo de tu cuerpo
empapado de mi. Que nos bautice
esa agua bendita de la lluvia. Y ese viento
que nos recorre el alma en un escalofrío”.

Cae la lluvia, cae, como mis besos.
Tu espalda, un amplio surco en el que puedo
verter la sementera. Ararte entera
como si fueras las tierras en barbecho.
Yo, tu arado abriéndote gozoso y siempre vivo.
Miro caer la lluvia. La ventana
es espejo de sombras. El paisaje
tiene olor animal a hierba y a corderos.

Qué placer mineral desde este encierro
Mirar cómo se incendia la tormenta
mientras dejo que el mundo se me rompa
en la mano que aprieta tu cintura.
Bebo el café despacio. Y tú me miras.
 

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