viernes, 14 de septiembre de 2012

No te muevas



Vemos un pájaro, una mariposa o cualquier otro de esos seres con los que disfrutamos simplemente con su observación, e intentamos no movernos, ser estatuas inmóviles para poder disfrutar de tan agradable visión sin asustarlo y que desaparezca.

Quizá no sea tan diferente cuando el ser es de nuestra misma especie pero igualmente posee esa fuerza de atracción, esa magia que, sin que sepamos porque, es como si un imán nos atrajera sin remedio.

Contenerse, atarse con cuerdas invisibles a un sofá, devorar disimuladamente un cuerpo con la mirada, memorizar cada rasgo, y seguir sin mover un centímetro de tu cuerpo, evitando hacer cualquier movimiento que lo aleje, cualquier movimiento que te delate.

Pero… el momento de la despedida siempre llega, y lo vemos alejarse, queriendo retener cada centímetro de su cuerpo, de su ser, de su alma, porque esta se ha descosido de la nuestra, y ya no tendremos el placer de que comparta nuestra nave en el viaje de la vida.

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